Los desastres naturales son inevitables. Algunos, gracias a los avances de la tecnología, se pueden pronosticar; pronóstico que sólo nos gana unos segundos extras para internalizar que quizás el momento del fin ha llegado. Nos entra el frío olímpico, nuestro cuerpo se paraliza y nos da amnesia. En ese momento no podemos recordar los procedimientos a seguir y que llevamos grabándonos en la cabeza desde hace mucho, que podrían ser nuestra única esperanza de sobrevivencia. (Mantén la calma, mira a tu alrededor para esquivar objetos que puedan caer del techo, pégate a una pared liza y busca refugio debajo de una puerta o mesa resistente, acuéstate en la bañera…) Por el contrario, algunos pensamos en todas las cosas materiales que podríamos perder y hasta hacemos un bosquejo de cuales nos deberíamos llevar en caso de que tengamos que evacuar la zona. ¿Te suena familiar?
La noche buena en que Puerto Rico se estremeció estaba en mi cuarto terminando de arreglarme para reencontrarme con mi familia en la típica celebración de navidad. Recuerdo que precisamente me estaba maquillando cuando me empiezo a sentir mareada. Mi cuerpo se movía de lado a lado suavemente como un saco de boxeo. En una pestañeada, me percato de que el abanico estaba retumbando fuertemente y seguido mi nuevo Samsung LCD, cortesía de Wal-Mart. “Dios mío, ¿qué es esto?”, susurré. Era el primer temblor que sentía en los 23 años que tengo de vida y me tomó un poco de tiempo reconocer que estaba siendo atacada por la naturaleza. Cuando por fin acepté lo que no quería creer, un grito escalofriante desgarró mi alma, como si Freddy Krueger se hubiese aparecido a darme las buenas noches. Luego del grito imploré, “Mi televisor. Que no se caiga mi televisor nuevo. ¡Dios!”. Y lo agarré para que dejara de temblar. En eso escucho a mi madre que se acerca. “Nilmarie, ¿qué pasó, estás bien?”… Dejó de temblar.
¿Cómo puede ser posible que mi primer instinto haya sido salvar el televisor, en vez de correr despavorida a buscar refugio? Nunca he sido una persona materialista. Sí confieso que soy una “shopaholic” y que me gusta premiarme con detalles de calidad, pero de ahí a valorar un pedazo de plástico más que a mi vida, por ningún motivo. Quizás el nerviosismo del momento traicionó mis ideales. Que vergüenza.
Hoy que Japón es víctima de uno de los terremotos/tsunamis más estremecedores en su historia, que se han registrado más de mil muertes y 125 mil personas desaparecidas (sin contar los heridos y el daño irreparable que sufre ese país) me avergüenzo de haber puesto como prioridad un televisor que solo me hace sentir satisfecha por un rato, pero no me hace feliz. Me avergüenzo de solo pensar en mi y en todos los productos nuevos que quiero adquirir cuando miles de personas se han quedado sin un techo donde dormir. Me avergüenzo por ser tan egoísta. Perdón.
Pensar que algo así puede suceder en cualquier momento, sin distinción ni discrimen, es aterrador. Esperemos que la naturaleza nos tenga un poco más de consideración y piedad, y que algún día nos perdone por ser tan hipócritas, por despreciarla, maltratarla y no tenerle consideración a ella.
Relax eso era por que el tv era nuevo, hay que protejer la inversion jajajajaj
ResponderEliminarNunca sabemos como vamos a reaccionar en momentos asi. Yo en una ocación me metí a sacar los bultos dentro de una guagua prendida en fuego cuando ya mis hijos estaban afuera. Que estúpida!
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