Llevo casi un mes sin escribir nada. Es como si la musa se hubiese esfumado; como si no tuviese nada que decir. Me extraña. Bastantes ideas corren por mi mente a diario y a veces hasta dolor de cabeza me da de tanto pensar. Figúrense que mi mente es tan creativa que tengo los más extraños sueños que cualquiera pudiese tener. Les cuento...
Como fanática del deporte no me perdí ni un solo partido de la final de la NBA. Aunque el equipo al que le iba este año se fue con los panchos, estuve bastante emocionada con esta final por la sencilla razón de que un puertorriqueño, el queridísimo José Juan “JJ” Barea, estaba a punto de ser el primer boricua en realmente merecerse la tan anhelada sortija dorada. Esto sin menospreciar a Butch Lee, que aunque cogió pon siendo parte del banco de los Lakers se la ganó. Eso no se lo quita nadie. Y sin menospreciar a otros grandes baloncelistas puertorriqueños como Carlos Arroyo, Piculín Ortiz… que han formado parte de esta liga. Aunque son y han sido pocos han logrado llegar hasta allí y eso es suficiente para exaltarlos de igual modo. No todos logran ganar un campeonato y no por eso son menos. Pero el desempeño de Barea fue notorio y significativo, sudó la gota gorda y logró una de sus más grandes metas y por eso me siento muy orgullosa de él. Hasta Obama dijo que quería un “one on one” con Barea. Los Mavericks merecían ese campeonato y creo que hasta los lebronistas lo reconocen.
Volviendo a lo de que mi mente es creativa… sueños… blah blah… El día en que la serie le dio ventaja a Miami de 2-1 me deprimí tanto que tuve el sueño más horrible de mi vida. Eran tantos los comentarios de la fanaticada de los Heat, incluyendo los gritos de alegría del inquilino de la planta baja de mi hogar, que tuve que apagar la computadora y ponerme a hacer algo útil, lavar ropa. En una de esas veces que salía con las manos llenas de trapos sucios me topé con la salamandra más gigante y aterradora que jamás haya visto. Cabe recalcar que le tengo asco y pavor a los lagartijos, en específico a las salamandras. ¡Las odio! Cuidadosamente tiré la ropa en la lavadora, me voltee a verla, le saqué el dedo “malo” en burla –bien femenina– (así como Lebron y Wade se burlaron de la fiebre de Nowitzki) y como toda una “macha” me fui corriendo a mi cuarto.
Ya sin más que hacer el sueño me ganó y fue ahí cuando le di rienda suelta a mi mente y la pesadilla comenzó…
No sé donde rayos estaba, pero Nowitzki estaba a mi lado. Creo que era su relacionista público o algo así (con eso de que quiero ser periodista deportivo cualquier sueño es posible). Lo estaba orientado, dándole instrucciones. ¿Sobre qué?, desconozco. Ustedes saben que los sueños son traicioneros y siempre olvidan incluir lo más importante de la historia. Como sea, el caso es que mientras le daba directrices me percaté que la misma salamandra a la que le había hecho burla descansaba cómodamente en la espalda de Nowitzki. ¡Pero, que atrevimiento! Como si fueran los más panas. Miré a Nowitzki fijamente y le dije (en español): “Tienes una salamandra en la espalda…”. El me miró como diciendo: “Are you talking to me?” En ese momento y como en señal de rebeldía, la salamandra me atacó.
Fue ahí cuando desperté gritando como loca buscando a la gigante y poderosa salamandra en mi cama porque estaba segura de que me quería matar.
La mente es poderosa... Yes sir!
La mente es poderosa... Yes sir!
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