martes, 28 de junio de 2011

Yo también viví los achaques de la criminalidad

Crímenes. Crímenes. Crímenes. Y más crímenes. Una maldita plaga que se está apoderando de las almas más nobles de nuestra pequeña isla. Esto está de madre. No confío ni en mis tímidos, zánganos y tontos perros. Mira que perros más bobos que esos dudo que puedan existir.


No obstante, pienso que esta maldita plaga va a terminar apoderándose de ellos también como una garrapata que se aferra a la piel de cualquier canino para extraer su sangre. Los sonsacará y mortificará hasta el punto en que me asesinen sin piedad por el simple hecho de ignorarlos todo el día. Es desesperante. Como un hombre que asesinó a otro en Santo Domingo por tirarse un peo… Atentan contra la vida humana por cualquier estupidez. Hay que ser aguzados, darles paso a todos en la carretera, sonreír todo el tiempo y si vemos algo raro salir corriendo como alma que lleva el diablo y sin mirar para atrás. A ver si nos salvamos de esa.
Yo sufrí y fui testigo de una de esas noches negras en las que un cazador de almas le arrebató la vida a una joven trabajadora a la cual desconocía, pero como hermanos todos en Cristo igualmente lloré su partida. Me encontraba con un amigo -a quien voy a identificar como Mr. McDonald- en el Burger King (BK) de Forest Hill en Bayamón (Mr. McDonald lleva la paz con la competencia y con el prójimo. Es un gran ser humano), esa fatídica noche en que la joven madre fue brutalmente asesinada. Y digo brutalmente porque aunque no fue una masacre macabra sí fue un acto injusto, cruel, despiadado. El que cualquiera termine con la vida de otro para mi es una brutalidad.
Este suceso marcó mi vida de tal forma que estuve dos días en un sueño profundo del que no quería despertar. El saber a la mañana siguiente que la joven había fallecido fue el detonante de mi encierro. Ese viernes cuando abrí mis hinchados ojos lo primero que hice fue corroborar si el incidente había sido publicado en la web y si la víctima se encontraba bien. Lamentablemente, había fallecido camino al hospital. Apagué el celular, derrame unas lágrimas y no supe más hasta la tarde cuando mi madre me despertó para darme algo de comer. Así estuve por dos días…
Mr. McDonald y yo reíamos mientras disfrutábamos de una batida. Decidimos parar en ese BK porque conscientes de que la calle está caliente, y que las tripletas estaban cerradas por ser Día de Reyes, era el BK más poblado a esa hora. Faltaba muy poco para que el 6 de enero de 2011 terminara…
De la nada se escucharon unas detonaciones que parecían venir de la cocina y una mujer gritó “AY”.
Riendo dije, “Eah, se explotó algo en la cocina”. Pocos segundos después, una ráfaga de tiros atentó contra la vida de los que allí estábamos presentes. Inmóvil, sentí la mano santa de Mr. McDonald que me socorría. Al suelo nos tiramos todos…  Aterrorizados no podíamos creer lo que había pasado. Y en el suelo se encontraba la futura occisa. Aún estaba con vida. El hombre disparó a mansalva desde la ventanilla del servi-carro, pero la joven respiraba. Respiro que duró muy poco.
Cuídense, protejan a los suyos y  no dejen para mañana lo que puedan hacer hoy pues incierto esta nuestro futuro en manos de los que no merecen decidir.

martes, 14 de junio de 2011

La salamandra amiga de Nowitzki me quiere matar

Llevo casi un mes sin escribir nada. Es como si la musa se hubiese esfumado; como si no tuviese nada que decir. Me extraña. Bastantes ideas corren por mi mente a diario y a veces hasta dolor de cabeza me da de tanto pensar. Figúrense que mi mente es tan creativa que tengo los más extraños sueños que cualquiera pudiese tener. Les cuento...
Como fanática del deporte no me perdí ni un solo partido de la final de la NBA. Aunque el equipo al que  le iba este año se fue con los panchos, estuve bastante emocionada con esta final por la sencilla razón de que un puertorriqueño, el queridísimo José Juan “JJ” Barea, estaba a punto de ser el primer boricua en realmente merecerse la tan anhelada sortija dorada. Esto sin menospreciar a Butch Lee, que aunque cogió pon siendo parte del banco de los Lakers se la ganó. Eso no se lo quita nadie. Y sin menospreciar a otros grandes baloncelistas puertorriqueños como Carlos Arroyo, Piculín Ortiz… que han formado parte de esta liga. Aunque son y han sido pocos han logrado llegar hasta allí y eso es suficiente para exaltarlos de igual modo. No todos logran ganar un campeonato y no por eso son menos. Pero el desempeño de Barea fue notorio y significativo, sudó la gota gorda y logró una de sus más grandes metas y por eso me siento muy orgullosa de él. Hasta Obama dijo que quería un “one on one” con Barea. Los Mavericks merecían ese campeonato y creo que hasta los lebronistas lo reconocen.



Volviendo a lo de que mi mente es creativa… sueños… blah blah… El día en que la serie le dio ventaja a Miami de 2-1 me deprimí tanto que tuve el sueño más horrible de mi vida. Eran tantos los comentarios de la fanaticada de los Heat, incluyendo los gritos de alegría del inquilino de la planta baja de mi hogar, que tuve que apagar la computadora y ponerme a hacer algo útil, lavar ropa. En una de esas veces que salía con las manos llenas de trapos sucios me topé con la salamandra más gigante y aterradora que jamás haya visto. Cabe recalcar que le tengo asco y pavor a los lagartijos, en específico a las salamandras. ¡Las odio! Cuidadosamente tiré la ropa en la lavadora, me voltee a verla, le saqué el dedo “malo” en burla –bien femenina– (así como Lebron y Wade se burlaron de la fiebre de Nowitzki) y como toda una “macha” me fui corriendo a mi cuarto.
Ya sin más que hacer el sueño me ganó y fue ahí cuando le di rienda suelta a mi mente y la pesadilla comenzó…
No sé donde rayos estaba, pero Nowitzki estaba a mi lado. Creo que era su relacionista público o algo así (con eso de que quiero ser periodista deportivo cualquier sueño es posible). Lo estaba orientado, dándole instrucciones. ¿Sobre qué?, desconozco. Ustedes saben que los sueños son traicioneros y siempre olvidan incluir lo más importante de la historia. Como sea, el caso es que mientras le daba directrices me percaté que la misma salamandra a la que le había hecho burla descansaba cómodamente en la espalda de Nowitzki. ¡Pero, que atrevimiento! Como si fueran los más panas. Miré a Nowitzki fijamente y le dije (en español): “Tienes una salamandra en la espalda…”. El me miró como diciendo: “Are you talking to me?” En ese momento y como en señal de rebeldía, la salamandra me atacó.
Fue ahí cuando desperté gritando como loca buscando a la gigante y poderosa salamandra en mi cama porque estaba segura de que me quería matar.


La mente es poderosa... Yes sir!