martes, 15 de mayo de 2012

Mutantes Lingüísticos

Hoy salió una columna de mi autoría en El Nuevo Día, aquí la comparto con ustedes. Fue titulada por el periódico como "La defensa del idioma español", pero yo la titúlo "Mutantes lingüísticos".



15 de mayo de 2012

La defensa del idioma español

NILMARIE PÉREZ CRUZ
La lengua es vital para la comunicación. La forma en que redactamos y nos expresamos verbalmente es determinante a la hora de entendernos mutuamente. Es muy lamentable y deprimente el deterioro del vocabulario, la gramática y el sistema lingüístico de muchos de los jóvenes, futuros empresarios y ejes de cambio de nuestro pequeño Puerto Rico.

La forma como las redes sociales han impulsado el uso constante de la jerga pueblerina, convirtiéndola en el idioma formal de muchos, es alarmante. El problema va más allá, ya que los que intentamos preservar la pureza de un idioma bastante atropellado nos vemos rayando, en ocasiones, en el mismo error. Y es que dicen que lo malo se pega. Esa jerga se añade a un patrón de ortografía errónea que se agrava con el tiempo. El intentar corregir este mal evitable es una necesidad que parece carecer de interés. Entiendo que es imposible imponerle una forma de comunicación a la gente, pero sí es posible reforzar la materia del español en las escuelas. Contratar educadores con vocación, realmente capacitados para encaminar y perfeccionar nuestra lengua materna. Estoy a favor de que todos aprendamos más de un idioma, que seamos bilingües, trilingües y hasta políglotas, pero no si crecemos con lagunas en el propio.

En muchas de las escuelas no se hace hincapié lo suficiente o simplemente no existe el interés genuino de inculcar las bases de nuestra cultura. Se debe exigir más de los estudiantes, enseñarles a no ser mediocres, imponerles la lectura constante y dedicar algunos días de la semana a la práctica del idioma correcto. Sin excepciones.

Yo era una de esas estudiantes que no apreciaba la lectura ni el idioma porque le daba prioridad a otras cosas irrelevantes, pero mientras curso mis estudios universitarios y voy creciendo profesionalmente he ido entendiendo que ese error me va a costar muy caro y que estoy en desventaja. Uno nunca termina de aprender y el idioma sigue evolucionando. Es importante adiestrar en lo básico para así poder incorporar lo más complejo. Es hora de que empecemos a luchar para preservar la riqueza del español, así como lo hicieron nuestros hermanos para el 1948 o pronto seremos mutantes lingüísticos.


miércoles, 1 de febrero de 2012

A romper con el vicio


Hoy comienzo una meta difícil y, hasta cierto punto, martirizante. Me quiero liberar de una adicción. Quizás parezca exagerado el que describa esa meta como un martirio, pero el negarle droga a un adicto para nada es una experiencia gratificante sino todo lo contrario, una tortura. Al menos no hasta el final del proceso en el que uno se siente realizado, orgulloso y agradecido porque todo el esfuerzo valió la pena. Tan adicto es aquel que es dependiente de drogas o sustancias, como el que es adicto a alguna actividad o relación. Me complace que nunca haya tenido que recurrir al uso indebido de drogas, pero mi adicción no me hace mejor persona que los que sí han necesitado hacerlo.

Soy adicta a comprar.


Muchos se reirán y argumentarán que en efecto soy dramática, pues el comprar no me va a matar, pero si comparan los beneficios del comprar vs el daño que esta práctica excesiva puede causarle a un ser humano; el no tener control y comprar porque sí, porque en el momento se siente bien, se darán cuenta que estoy igual de chiflada que los que necesitan el viaje para olvidar la realidad.

La película “Confessions of a Shopaholic” es un retrato de mi vida. Tal vez no al punto de congelar literalmente tarjetas de crédito para evitar su uso, pero si no me pongo un alto a eso puedo llegar. Aunque la película es un tanto jocosa, el problema sí es real, mucha gente lo padece y es más serio de lo que piensan. Es un vicio que nos puede llevar a tomar acciones drásticas como las que tomaría cualquier adicto a drogas. Cuando queremos algo no podemos controlar ese deseo de comprarlo sin importar quedarnos sin un peso hasta el próximo día de cobro. Nos lleva a mentir, a vivir la vida deseando más y más, mientras que nuestras finanzas se van por el chorro. Preferimos morirnos de hambre que salir de la tienda sin lo que anhelamos. Las prioridades están bien definidas. Lo más triste del caso es que nada parece saciar esa ansiedad. Salimos del mall con las manos llenas y cuando volvemos a caer en cuenta nos sentimos culpables de haber comprado y malgastado ese dinero. Al día siguiente esa culpabilidad se esfuma y eso que compramos el día anterior nos importa un bledo, ahora queremos algo nuevo. Al final del día no tenemos nada, solo el ciclo de culpabilidad que viene y va. Es agotador y frustrante.

Ya di el primero paso. He reconocido mi adicción y he decidido darle un giro de 180 grados a mi vida. He decidido invertir mi tiempo en otras cosas más productivas que en merodear los pasillos del mall. Necesito utilizar lo que tengo, que es mucho, antes de pensar en adquirir más. Quiero viajar. Quiero crear capital.


Como toda adicción, el tratamiento debe ser agresivo, pero paso a paso. Con pie fuerte para una recuperación segura y estable, no artificial. No tengo carencias, gracias a Dios. Solo requiero lo necesario. Mi calendario estará bastante ocupado (Trabajo, ejercicios, clases de francés, leer…) por lo que no tendré tiempo para ir de compras.

Quiero que este año marque el inicio de una Nilmarie renovada, mejorada y enfocada en su crecimiento personal, espiritual y profesional.

¡Así será!