Recuerdo cuando cursaba mis estudios en la escuela intermedia, específicamente el sexto grado. Era una muchacha inocente y tranquila que a veces se dejaba llevar un poco por la presión de grupo, pero que nunca se dejó manipular. Era una edad hiperactiva, en la que se desafiaba a la autoridad con orgullo. Todo el mundo estaba experimentando sensaciones nuevas, modas, tendencias, hábitos (buenos y/o malos)… y estaba de cada cual ser firme en sus creencias y principios aunque esto costara no ser “cool” en ese ciclo social de amistades populares. Estaba el nene malo, el lindo, el estofón, el bobo, el “cuatro ojos”… (De hecho, tenía unos espejuelos redondos horribles que estaban viraos y estoy segura que caía en esa categoría).
Yo era 50/50, a veces me dejaba llevar por la corriente, pero la mayoría de las veces me llamaban “charra” o “manila” por no querer o mejor dicho no tener las agallas de actuar como esperaban. Para ese tiempo estaba de moda el juego “la botellita”. No les miento, lo jugué; aterrorizada y orando porque la botellita no parara en mi dirección, pero lo jugué. ¡Qué horror! Tener que darle un beso a un nene “random” de la clase… ¡ewww! Me daba asco sentir la baba de la otra persona. Me ponía a pensar en toda la comida que se había comido ese día y me daba pavor saber que iba a tener una probadita de eso.
En mi casa mi familia me relajaba porque era de las que no saludaba con un beso con tal de que no me dejaran rastros de baba en el cachete. Cuando lograban darme un beso me sacaban la lengua adrede, para mortificarme; sólo para ver como gritaba y me limpiaba el cachete con enojo. Mi mami siempre me decía, “No te gusta la baba así que no puedes tener novio. Que te coja yo besándote con un nene para que tú veas.” (Mami tuvo que haberle dado gracias a Dios por la hija tan boba que parió, jeje) Por suerte, las pocas veces que jugué el dichoso juego, la botellita tuvo compasión de mí y cuando de mala gana me señalaba buscaba cualquier excusa para solo acceder a un beso de piquito o lo que le llamábamos en aquel tiempo “un toqui”. Las caras de mis amiguitos participando en el juego eran “priceless”. Los bobitos miraban con ansiedad rogando que la botellita le diera la fortuna de besar a alguna chica y los lindín sonreían por el banquete salival que iban a tener.
Hasta hace un tiempo mi madre estuvo hostigándome con ese episodio anti baboso de mi vida. Mi primer novio sufrió las consecuencias de esa etapa… bendito. Qué tiempos aquellos… Aunque no me arrepiento de haberme mantenido firme y no seguir al montón. Ya no… ahora otra es la historia. Pero ese es otro tema.
Volviendo acá, no sean “presentaos”…
La razón por la cual todas estas memorias volvieron a mi es por la noticia de que hay un video corriendo por las escuelas de nuestra Isla en la que dos estudiantes aparecen practicando (con toda intención de ser grabados) actos sexuales SIN PROTECCIÓN en un plantel escolar. No se sabe si el video fue grabado en Puerto Rico, pero eso es irrelevante cuando el mismo se está compartiendo rápidamente a través de los teléfonos celulares de los que pueden ser sus hijos, hermanos, primitos, amiguitos de clase… Y yo me pregunto, ¿Dónde quedó el juego de la botellita? Estos niños no chistean, van al grano. ¡Pero si el juego de la botellita estaba nítido! Y, ¿qué pasó con "Verdad o Castigo"? Prefiero mil veces volver a esos tiempos que presenciar estos actos irresponsables de estudiantes promiscuos que no dejan nada a la imaginación.Yo pensaba que mi generación estaba bastante corrompida y que futuras generaciones no podían ser peores, pero me equivoqué.
¡Hello! En teoría yo soy básicamente de esta generación (tengo sólo 23 años, soy una bebé que les lleva en ventaja ¿cuánto? ¿10 años?) y yo tuve mi primer teléfono móvil en noveno grado. Ahora tienen celulares en quinto. No me quiero imaginar cuando tenga hijos, andarán con una AK-47 desde el primer grado porque como van las cosas viviremos en el mismísimo infierno. Esto es un asunto bien serio. La salud pública, no tan sólo de Puerto Rico, sino del mundo entero, necesita ayuda. Y es ¡YA!