Mi abuelo es pre-histórico. A sus 87 años ha superado, sorpresivamente, una operación del corazón donde le cambiaron unas cuantas válvulas, una operación de cataratas que le ha devuelto la vista y el fallecimiento de mi abuela “Lolín”, aunque muy en el fondo todos los que le amamos sabemos que le pide a Dios todas las noches que se lo lleve lo antes posible al cielo con ella. Es un gruñón, un majadero y un altanero. Se ha puesto más testarudo con los años y es casi imposible convencerlo que asista a reuniones familiares como cumpleaños, navidades, etc. No se pierde a “La Comay” por nada del mundo y tiene varios pósters de las chicas del bombón de así -esos que salían publicados en el periódico Primera Hora- pegados en la puerta del cuarto y el baño. Es de los que se tira todavía al monte a recoger café, a podar y a hacer un sinnúmero de cosas que no debe hacer por su condición física. No hace na’ más que bajar la loma y ya tiene protuberancias en todo el cuerpo. Pero como quitarle eso si es lo único que le queda de los años 40… de lo que fue su vida.
Hoy tuve que echarle unas gotas en los ojos como parte de la recuperación de la operación de cataratas y le pedí su celular (sí, tiene celular) para llamar a mi tía para corroborar cuales eran las gotas que le tocaban en ese momento. A raíz de que el celular estaba descargado, comenzamos una discusión sobre la tecnología. “Abuelo, el celular no tiene carga. Tienes que cargarlo todas las noches”, le dije. Me miró con cara de niño malcriado y me contestó: “Bah! No tengo que cargarlo todas las noches na’. Eso no es así, tú no sabes na’”. Ajá, que yo sepa el pre-histórico aquí es él. Yo represento la nueva generación, la generación del Internet, de Facebook, de Youtube! ¡Como que yo no sé na’! Ofendida le respondí: “Mira mijo, a mi no me hagas caras… Tienes que cargar el celular cuando veas que la barra de la batería esta bajita, eso no se va a cargar por obra del espíritu santo”. Me miró serio y dijo: “Ay, pa’ qué lo voy a cargar si esa porquería no sirve…”. Ja! Dimos en el clavo. El problema no es que yo no sepa na',sino que, según él, el celular no sirve. Tiene uno de esos teléfonos que salen gratis con la oferta, de esos que ya casi no se ven. Para mi sorpresa, el celular parece no ser suficiente para el viejo este, que raro... y le propuse regalarle uno de pantalla táctil. “A mi no me gusta la chabacanería esa”, me contestó mientras tomaba asiento y me abría el ojo derecho para echarle la primera gota. ¿Qué? ¿Cómo el puede pensar que el iPhone es de mal gusto? Chabacano él... No le creo. Incrédula lo miré, le eché la gota y le dije: “Y entonces, te peinas o te haces rolos,… ¡Deja de quejarte!”. Un silencio de más de 5 minutos invadió la conversación, le eché la última gota y cuando disponía irme a mi casa las últimas palabras del guapetón fueron:“Yo me quejo lo que me dé la gana”.
A la verdad que este viejo es una jodienda… Lo amo.